Si la venganza es tan dulce como se dice ¿Por qué entonces, tenemos sentimientos de culpabilidad? La venganza también ha sido vista como una idea arcaica de justicia, pero que envuelta en un círculo vicioso, hace solo que la venganza se torne en venganza nuevamente; ojo por ojo, diente por diente. El castigo y la venganza se parecen, ambos pretenden obtener una cierta satisfacción interna. La diferencia fundamental, radicaría en que la venganza arropa un sentimiento poco meticuloso y arrojado, en tanto que el castigo pretende ser un consuelo razonado y razonable. Sin embargo castigo y venganza solo son manifestaciones de la voluntad, por decir de alguna manera, obscuras, ya que si verdaderamente el ser humano pretende avanzar en la búsqueda inagotable de justicia y felicidad, debe adoptar una postura de perdón. Para Morin, el perdón es “un acto limite, muy difícil, que no es solamente la renuncia al castigo; comporta una disimetría esencial: en lugar del mal por el mal, devuelve el bien por el mal….se basa en una comprensión”. Esta comprensión, tiene sus pilares en conocer que hay más allá de un sujeto y su crimen, no reducirlo a ese solo hecho, ahora que el sujeto bien se puede arrepentir, pero si este arrepentimiento no es sincero, de nada servirá. El perdón debe ser un acto de confianza.
Como hemos apuntado en los dos artículos anteriores, pareciera que el ser humano no sabe hacia dónde le llevaran sus pasos. El significado de la vida empieza a tener un sentido diferente. En el pasado y de manera más frecuente en los últimos años, el ser humano ha apostado a la racionalidad como única vía de dirección en su futuro. Sin embargo, Morin explica que el homo sapiens debe ser si, sapiens, pero también demens. Debe moverse entre la dialógica de la razón y la pasión, ya que la racionalidad es necesaria para detectar un error, una ilusión y no caer en ellos, pero la pasión hace que se reflexione y actué sobre sí misma; es necesaria para humanización de la razón. Un juego de encontrarse y extraviarse, pero en el que hay que tener mucho cuidado. El homo sapiens tecnológico, debe adoptar posturas comprobadas que fomenten su desarrollo interno y externo sapiens-demens-ludens-mythologicus-poeticus. El arte de vivir en un arte de navegación difícil entre razón y pasión, sabiduría y locura, prosa y poesía.
En cuanto a la ética de la comunidad, Morin dice que ésta, emerge del lenguaje y consciencia de las sociedades, y permanece allí por generaciones enteras, se inscriben en sus mentes; entendiendo por sociedad a un conjunto de individuos unidos afectivamente por un sentimiento de pertenencia, a un Nosotros. Ahora bien, los individuos poseen dos paradigmas de ética que en conjunto crean reglas de convivencia aceptadas por todos, la propia y la colectiva. Dependerá de cada uno en lo individual aceptar o no continuar con el cumplimiento de estas reglas. Pero cuando esta aceptación cambia de pocos a muchos individuos, nos encontramos entonces con cambios radicales en el sistema, mismo que harán crecer o desaparecer a comunidades enteras. Decimos que avanzamos, cuando no hemos desaparecido, cuando tenemos oportunidad de conquistar como sociedad. Como la conquista de la democracia.
Es en el concepto de democracia, donde Morin hace reflexiones acerca de cómo se encentra actualmente, así como su posible futuro. Morin cree que la hiperespecialización de los individuos, hace que estos se vayan alejando y desinteresando de temas sociales, ya que están más preocupados por el trabajo diario y por sobrevivir. Debido a lo anterior, es que propone una apertura científica consciente de los problemas actuales y que vea a la técnica no como un estorbo si no como un instrumento benéfico, para la sociedad y el medio ambiente, mediante la inclusión de las ciencias de la tierra, la cosmología y la ecología. Una reforma del pensamiento.
Para nuestro autor, la antropoética, puede ser definida como el modo ético de sumir el destino humano, en tanto que el individuo se abra a la comprensión, asuma con responsabilidad la dialéctica sapiens/demens, razón/mitos, se conozca diferente a otros pero con la misma identidad, mantener una consciencia de autocrítica (entre-criticarnos, entre-comprendernos), unir curiosidad y asombro con la aspiración de una vida distinta y responsabilidad, y con experiencia y serenidad.
Es decir, asumir con plenitud la relación existente en el bucle trinitario individuo-sociedad-especie, un humanismo planetario, una ética planetaria. Podemos, si ya vivimos en la época, utilizar esa globalización, no solo en términos técnicos, económicos o comerciales, debemos también ocuparnos de mantener unida a la especie humana, por medio de la unión y la compresión. Así, podremos pasar de una separación entre ética y política, a una conjunción antropolítica. ¿Cómo? a partir de la consciencia humana: diversidades de individualidad, de cultura, de lengua; estando conscientes de que mi destino está unido al destino de los demás y del planeta; adoptar una consciencia ecológica, una consciencia de vida planetaria; la prolongación en el futuro de la ética de la responsabilidad y la solidaridad con nuestros descendientes; consciencia de la finitud humana en el cosmos, es decir, definir los límites de su expansión material y entonces de su desarrollo psíquico, moral y mental.
Claro que para lograr lo anterior es necesaria una reforma y transformación de la sociedad. En primer orden modificando la estructura existente del orden social, en pocas palabras del Estado, a fin de que pueda ser motor de transformación, no de freno. En segunda instancia una reforma de mente, una reforma de la educación. Podemos hacer que la educación transforme pensamiento y se traduzca en acciones concretas, pero para ello es necesario antes, reformar el sistema educativo insuficienciente, caduco o inexistente, para que esto se pueda dar; salir de la prehistoria de la mente humana. En tercera instancia, es necesaria una reforma de vida, que tiene que ver con la relación que existe entre civilización e industrialización, la urbanización y la supremacía de lo cuantitativo. La necesidad consciente o inconsciente de reforma de vida conduce a privilegiar cualidades encontrándoles ciertos sentidos estéticos, una aspiración a vivir de otro modo, que lleva incluso a una regeneración moral; pero no se trata de producir un ética adaptada a nuestro tiempo, se trata de volver a la ética.
Para concluir, debo apuntar, que si bien Morin en la obra que nos ocupa, señala no solo los problemas actuales de la ética, sino también las posibles soluciones, es en el último capítulo donde, al parecer no todo es miel sobre hojuelas. Si, la ética, el amor, la comprensión, pero también así como existe el bien, existe el mal. Y respecto al mal, Morin explica que el mal siempre ha existido y seguirá existiendo, de hecho no existiríamos si no existiese el mal mismo, esto debido a las fuerzas mismas de creación de universo, positivo y negativo, ying y yang. Es como un péndulo que oscila entre derecha e izquierda, la fuerza de la impresión será directamente proporcional en el otro sentido. Pero hay que tener en claro que una cosa son las fuerzas naturales del cosmos, y otra que el ser humano por decisión consciente propia haga el mal. Y esto puede suceder por dos razones fundamentales, por carencia o por exceso. Por carencia debido a la insensibilidad, indiferencia, ignorancia, inconsciencia, carencia de amor o de compasión. Por exceso cuando pensamos en odio, sadismo y voluntad de dañar. Bien y mal cohabitan, coexisten en el ser mismo humano, no están ni fuera ni arriba ni debajo de nosotros, están dentro, muy dentro de nosotros. Y la contradicción nos puede llevar de un lado a otro en instantes. Por tales razones no podemos observar un universo carente completamente de mal, ni rebosante de bien, pero lo que si podemos anhelar es un individuo consciente de su realidad en su sociedad y en el planeta. Y coincido con Morin, el ser humano debe saber y aprender que no está solo y por tanto debe aplicar su conocimiento y pensamiento en avanzar hacia un futuro donde la especie y el planeta vivan en comunión. Así como el mal y el bien han existido desde siempre, la ética también, desde la consciencia misma del hombre, por tanto debe ser herramienta de construcción y puente entre ambos lados del camino.
Los escritos de Morin son filosóficamente profundos, pretenden explicar la realidad actual de la ética compleja, de ahí la intención de elaborar los presentes ensayos. Su comprensión puede ser compleja y más aún el intento de explicación que le he dado en este y los dos artículos precedentes, por ello la lectura directa de sus obras debe ser referente innegable para el que quiera tener un contacto directo con la obra de un personaje complejo e interesante.
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