Este fin de semana se realizaron
marchas a lo largo del país. Todas, emergen de una creciente necesidad de
expresar, de alguna manera-y en éstos casos marchando-el hartazgo, la
preocupación, el rechazo a la doliente violencia que somete al país la
delincuencia organizada, el narcotráfico y la clase política.
Por
la paz, por el derecho a la vida, por el fin de las campañas de odio en redes
sociales, por el orgullo lésbico-gay, en apoyo a Wirikuta, por las victimas de
la guardería ABC, y aquellas pertenecientes al movimiento #YOSOY132.
En
los estados de Tlaxcala, Baja California Sur, Tamaulipas, Jalisco, Querétaro, Estado
de México, Durango, Guerrero, Guanajuato y Aguascalientes las movilizaciones
fueron contra el candidato presidencial del PRI y los medios de comunicación.
En Quintana Roo contra el candidato presidencial de las izquierdas. Y, el caso
de Oaxaca, donde los maestros mantienen un plantón en varias cuadras del centro
de la ciudad contra la evaluación magisterial; único estado donde no se
aplicará el día de hoy la prueba ENLACE.
Podríamos
pensar que la marcha lésbico-gay-un festejo, un carnaval, una fiesta- es un
caso muy diferente a la motivación del resto de las marchas, sin embargo,
debemos recordar que la comunidad gay, expresa mediante estas marchas, no solo
su condición de seres humanos cada vez más aceptados en sociedad, si no,
también, los derechos que han venido conquistando a través de los años. El
reconocimiento y apoyo que reciben del Estado. Es decir, marchan por un Estado
consciente de sus necesidades y garante de sus derechos ¿Y no es por la misma
razón que se realizan el resto de las marchas?
Si,
por que los ciudadanos que acuden a participar de las marchas, no encuentran un
vínculo ni de comunicación ni un medio de protesta por medio del cual puedan
hacer llegar sus necesidades, sus inconformidades a la autoridad, al gobierno,
al Estado.
Independientemente de que se
opine a favor o en contra de las marchas, históricamente ha quedado de mostrado
que estas funcionan, y funcionan en dos sentidos. Uno, en el despertar de la
conciencia aletargada de la sociedad-que necesita y quiere expresarse por que
sus representantes políticos no lo hacen-; y dos, en la transformación de las
instituciones del Estado y sus labores. Que es poco lo que se transforma, si,
pero se transforma.
Ahora
¿Cuánto dura un movimiento? No lo podríamos señalar con certeza, ahí está la
Marcha por la paz y la dignidad de Sicilia. Empezó doliente, con fuerza; pero
así como muchos se sumaron, muchos se han ido. La fuerza transformadora
depende, entre otras, de razones suficientemente poderosas para mantenerse; la
inseguridad puede ser una de ellas.
¿Hasta
donde dará el movimiento #YOSOY132? ¿Es solo una calentura juvenil? Yo creo que
no, más bien podría llegar a ser un movimiento hondamente importante, en la
medida que sume participación, mantenga fuera intereses partidistas, logre
despertar la consciencia de jóvenes que ven al movimiento como una pérdida de
tiempo, y sobre todo, en la medida en que sus peticiones, sean
social-política-económica y jurídicamente viables.
En
éste contexto es en el que me pregunto ¿Por qué no nos sumamos? ¿Por qué
no nos juntamos? ¿Acaso no todos estamos pidiendo un país más justo, un país
más seguro, un país de empleo. Un país donde los políticos sean verdaderos
representantes sociales y el interés colectivo esté por encima del interés
personal o partidista. Un país donde los niños no mueran, se proteja
ecosistemas, se otorguen y reconozcan derechos. Un país donde los medios de comunicación digan
la verdad. Un país donde no se repita otro 68?
Permítanme
invitarlos a imaginarse que pasaría si se lograra.
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