lunes, 4 de junio de 2012

¿Y si nos juntamos?


Este fin de semana se realizaron marchas a lo largo del país. Todas, emergen de una creciente necesidad de expresar, de alguna manera-y en éstos casos marchando-el hartazgo, la preocupación, el rechazo a la doliente violencia que somete al país la delincuencia organizada, el narcotráfico y la clase política.

Por la paz, por el derecho a la vida, por el fin de las campañas de odio en redes sociales, por el orgullo lésbico-gay, en apoyo a Wirikuta, por las victimas de la guardería ABC, y aquellas pertenecientes al movimiento #YOSOY132.

En los estados de Tlaxcala, Baja California Sur, Tamaulipas, Jalisco, Querétaro, Estado de México, Durango, Guerrero, Guanajuato y Aguascalientes las movilizaciones fueron contra el candidato presidencial del PRI y los medios de comunicación. En Quintana Roo contra el candidato presidencial de las izquierdas. Y, el caso de Oaxaca, donde los maestros mantienen un plantón en varias cuadras del centro de la ciudad contra la evaluación magisterial; único estado donde no se aplicará el día de hoy la prueba ENLACE.

Podríamos pensar que la marcha lésbico-gay-un festejo, un carnaval, una fiesta- es un caso muy diferente a la motivación del resto de las marchas, sin embargo, debemos recordar que la comunidad gay, expresa mediante estas marchas, no solo su condición de seres humanos cada vez más aceptados en sociedad, si no, también, los derechos que han venido conquistando a través de los años. El reconocimiento y apoyo que reciben del Estado. Es decir, marchan por un Estado consciente de sus necesidades y garante de sus derechos ¿Y no es por la misma razón que se realizan el resto de las marchas?

Si, por que los ciudadanos que acuden a participar de las marchas, no encuentran un vínculo ni de comunicación ni un medio de protesta por medio del cual puedan hacer llegar sus necesidades, sus inconformidades a la autoridad, al gobierno, al Estado.

Independientemente de que se opine a favor o en contra de las marchas, históricamente ha quedado de mostrado que estas funcionan, y funcionan en dos sentidos. Uno, en el despertar de la conciencia aletargada de la sociedad-que necesita y quiere expresarse por que sus representantes políticos no lo hacen-; y dos, en la transformación de las instituciones del Estado y sus labores. Que es poco lo que se transforma, si, pero se transforma.

Ahora ¿Cuánto dura un movimiento? No lo podríamos señalar con certeza, ahí está la Marcha por la paz y la dignidad de Sicilia. Empezó doliente, con fuerza; pero así como muchos se sumaron, muchos se han ido. La fuerza transformadora depende, entre otras, de razones suficientemente poderosas para mantenerse; la inseguridad puede ser una de ellas.

¿Hasta donde dará el movimiento #YOSOY132? ¿Es solo una calentura juvenil? Yo creo que no, más bien podría llegar a ser un movimiento hondamente importante, en la medida que sume participación, mantenga fuera intereses partidistas, logre despertar la consciencia de jóvenes que ven al movimiento como una pérdida de tiempo, y sobre todo, en la medida en que sus peticiones, sean social-política-económica y jurídicamente viables.

En éste contexto es en el que me pregunto ¿Por qué no nos sumamos? ¿Por qué no nos juntamos? ¿Acaso no todos estamos pidiendo un país más justo, un país más seguro, un país de empleo. Un país donde los políticos sean verdaderos representantes sociales y el interés colectivo esté por encima del interés personal o partidista. Un país donde los niños no mueran, se proteja ecosistemas, se otorguen y reconozcan derechos. Un país donde los medios de comunicación digan la verdad. Un país donde no se repita otro 68?

Permítanme invitarlos a imaginarse que pasaría si se lograra.